Los buenos lectores saben por experiencia que, con el tiempo, suelen olvidar los libros que han devorado. Generalmente, solo conservan la esencia de las obras y las tramas principales, pero los episodios y los personajes secundarios se les escapan de la memoria. Es como si perdieran una vida de lecturas; algo muy frecuente.
A veces, esto sucede en menos tiempo. En mi primera crónica personal aquí en Substack, sobre la serie de Netflix Cien años de soledad, una mujer argentina,
, escribió un comentario diciendo que se sentía motivada a verla, ya que había leído la novela de un tirón durante la pandemia y ya no la recordaba bien.Pensé que más adelante dedicaría un texto aparte, especialmente para lectores, sobre rutinas de memorización como la repetición espaciada (las técnicas de aprendizaje son un área que me apasiona). Sin embargo, al ver el tercer capítulo de la serie, que coincide de algún modo, supe que era el momento de comentar la idea.
En este capítulo se narra, entre otros, el episodio de la peste del insomnio en Macondo, donde los pobladores aprovechan la falta de sueño para trabajar, pues no presentaban síntomas de cansancio. Sin embargo, pasados unos días, todos comienzan a experimentar progresivamente episodios de olvido, hasta el punto de llegar a desconocerse entre sí.
Parece una clara alusión a la enfermedad de Alzheimer, aunque en esa época, a finales de la década de los sesenta, aún no se hablaba de ella como un foco principal de investigación médica y pública; no era un tema de interés tan prominente como lo es ahora. Irónicamente, el autor la padecería tres décadas más tarde.
Para poder funcionar en medio de los olvidos progresivos, los pobladores colocan letreros con indicaciones que permiten recordar para qué sirven las cosas. Esto es similar a lo que sucedía antes, en la fundación de Macondo, cuando muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo. Es el planteamiento del autor acerca de las palabras como un recurso para guardar la memoria, y para simbolizar y comprender el mundo.
Surgen otros detalles curiosos, como durante el episodio de la llegada de Rebeca, la niña huérfana que es dejada en la casa de los Buendía con el único equipaje de una bolsa con los huesos de sus padres.
En varias escenas, la bolsa cruje y se mueve, como si fuera lo más normal ante los ojos de todos. Una vez más, lo sobrenatural se presenta como algo real y cotidiano. Algunas tomas resultan realmente espeluznantes.
Este pasaje de los huesos se repite con variaciones en la novela inédita del autor En agosto nos vemos, que fue publicada de forma póstuma por sus hijos en marzo de este año. Al final de la narración, la protagonista se lleva a casa los huesos de su madre, tras haber visitado el cementerio cada año en el mes de agosto.
La recurrente referencia a los huesos de los antepasados es otro claro recurso del autor que alude a la memoria. También recuerda la mítica acción de cantar o profetizar sobre los huesos secos para restaurarlos y vivificarlos, como en el pasaje bíblico de Ezequiel o el mito de La Huesera presente en cuentos populares.
Todos los personajes y hechos de su obra literaria tienen una base de realidad, como afirmaba el propio autor. Entre esos eventos llama la atención que Rebeca, recién llegada a la casa de los Buendía, se niega a recibir alimentos y, en cambio, come a escondidas tierra del patio a manos llenas. Hoy día este comportamiento se conoce como geofagia, un tipo de pica —o ingesta compulsiva de sustancias no tradicionales— causado por la desnutrición y trastornos emocionales, que actúa como un mecanismo para compensar sustancias faltantes en el organismo.
Otros pasajes muy emblemáticos son relatados en este capítulo, como el de José Arcadio, que busca captar la evidencia de Dios con el nuevo invento del daguerrotipo, precursor de la cámara fotográfica. También está Úrsula, quien amplía la casa al ver que sus hijos se están haciendo adultos.
En mi opinión este tercer capítulo, entre sus muchas concordancias y aciertos, nos ayuda además a procesar mucho mejor la entrada del tercer personaje llamado Arcadio, lo que es posible gracias al formato audiovisual. Veremos qué nos depara la cuarta entrega en streaming de Cien años de soledad.
Es increíble como algunas escenas vienen a la mente cuando las pones en palabras. Varias partes que no recordaba se me refrescaron cuando te leí. Incluso, las imágenes que había construido en mi cabeza al leerlo se hicieron presentes!